Este viernes, en una audiencia que duró alrededor de 5 horas, la fiscalía, las querellas y las defensas ofrecieron las pruebas. El juez Ralli admitió la acusación por homicidio agravado por el vínculo, ensañamiento, alevosía y por odio de género, en concurso real con el delito de abuso sexual agravado.
Este viernes, en una extensa audiencia que duró alrededor de cinco horas, se realizará el acto formal de incorporación de pruebas de cara al futuro juicio oral que afrontarán las dos acusadas por el crimen de Lucio Dupuy.
El trámite se realizó en la Ciudad Judicial de Santa Rosa en formato virtual, por Zoom.
Fuentes de la causa detallaron a El Diario que el juez de control Daniel Ralli admitió la acusación por homicidio agravado por el vínculo, ensañamiento, alevosía y por ser cometido por odio de género, en concurso real con abuso sexual agravado en relación con el artículo 133 del Código Penal. En el juicio (aún sin fecha) habrá más de sesenta testigos.
Las dos imputadas, la madre del niño y su pareja, permanecen detenidas en un penal de San Luis.
La fiscala Verónica Ferrero y el querellante José Mario Aguerrido ofrecieron una importante cantidad de pruebas para ventilar en el juicio. Por su parte, los defensores oficiales Pablo de Biasi y Silvina Blanco Gómez formularon planteos técnicos de la defensa que en su mayoría fueron rechazados.
Magdalena Espósito Valenti y su pareja, Abigail Páez, están acusadas del asesinato de Lucio, el chico de 5 años, hijo de la primera, muerto a golpes la noche del viernes 26 de noviembre de 2021 en Santa Rosa.
La fiscalía sostiene que Lucio sufrió violencia durante meses. Y que ese cuadro desencadenó en una paliza mortal. La querella le agrega a esa hipótesis un agravante de «odio de género».
¿Cuándo empezará el juicio?
Aún quedan algunas formalidades y se especula que podría programarse para 2023. Queda aún una audiencia «de cesura» y se pidió que se conforme un «tribunal colegiado». También, hubo un pedido para que el juicio sea a puertas cerradas. Todo esto debe resolverlo el Tribunal de Juicio.
El abuelo de Lucio, Ramón Dupuy, compartió con la prensa chats entre Magui Espósito y Abigail Páez que revelarían que «tenían planeado matarlo, desde el primer día que se lo llevaron» luego de que pasara casi dos años al cuidado de una tía paterna, en un contexto de litigio legal entre la madre y el padre del menor, Christian, y mientras ella se fue de viaje con su novia. La familia -como querellante- pedirá una pena máxima, de prisión perpetua.
El hecho.
Espósito Valenti, de 25 años, está acusada por «homicidio triplemente calificado por el vínculo y con ensañamiento y alevosía» y «abuso sexual gravemente ultrajante por su duración y formas concretas de realización y con acceso carnal vía anal», triplemente agravado por ser la guardadora. Abigail Páez, de 28, está imputada por «homicidio doblemente agravado» (por saña y alevosía) y «abuso sexual agravado». Ambas están presas desde fines del año pasado en Complejo Penitenciario I de San Luis.
Lucio fue asesinado el viernes 26 de noviembre de 2021. Esa noche, poco antes de las 21.30, Abigail Páez llegó cargando en sus hombros a Lucio hasta la posta sanitaria del barrio Río Atuel, a 150 metros de su casa. Ella había quedado sola con el chico porque la madre, a esa hora, había ido a trabajar a un restaurante.
Como la posta estaba cerrada, cruzó la calle hacia la comisaría del lugar, pero los policías, al ver el estado en el que estaba el chico no quisieron atender al niño, que estaba convulsionando. Los médicos le realizaron RCP y lo trasladaron de urgencia al Hospital Evita, pero no pudieron salvarle la vida.
Los fiscales Ferrero, Martos y Sacco afirmaron, en su acusación contra Magdalena Espósito Valenti y Abigail Páez, que «el día 26 de noviembre de 2021 entre las 17.30 y las 19.40 agredieron físicamente en forma conjunta al niño Abel Lucio Dupuy mediante golpes propinados con sus extremidades».
Esos golpes le provocaron «múltiples lesiones en abdomen; tórax; espalda; piernas; brazos, rostro y cráneo; hematomas en espalda con marca de impresión de calzado, edema cerebral con enclavamiento asociados a dichos golpes violentos y rotura hepática y hemoperitoneo, lesiones estas últimas que le ocasionaron la muerte, luego de un proceso de agonía».
Según la autopsia, en el momento de su muerte, el niño presentaba politraumatismos en distintas partes del cuerpo, lesiones producto de quemaduras de cigarrillos, mordeduras y hemorragia interna en varios órganos, producto de los golpes y abusos que recibía. Tras concluir su trabajo, el médico a cargo del análisis forense, Juan Carlos Toulouse, reconoció que el caso lo conmovió: «En mis casi 30 años de profesión nunca vi algo así», afirmó.
Según detalla el expediente, Lucio había recibido, previamente, atención médica en cinco oportunidades por distintas lesiones, indicio del maltrato que el niño vivía a diario. Por ejemplo, el 5 de diciembre de 2020 había sido atendido en el Hospital Molas, de Santa Rosa, donde se le detectó una fractura de muñeca y mano y de los huesos del carpo. Poco después, el 22 de enero de 2021, fue tratado en una salita del barrio Atuel por traumatismos, por los golpes que recibía. A las pocas semanas otra vez fue atendido por los médicos del hospital Evita, también por traumatismos y una herida.
Según la investigación fiscal, ambas asesinaron a Lucio porque «interfería en la convivencia de la pareja» y por el desprecio que estas tenían hacia el género opuesto. Si bien los 11 puntos periciales que presentó la familia paterna del niño fueron rechazados por las acusadas, los exámenes psicológicos y psiquiátricos obligatorios fueron suficientes para agravar la acusación.
También se analizaron los dibujos que el pequeño hacía en el jardín, confirmando el calvario que vivía. «Hacía sus dibujos sin ojos, por cosas que no quería ver o que le hicieron ver y no quería ver. También, dibujos sin piernas, por las violaciones que sufrió durante mucho tiempo», detalló el abuelo del chico. Su abogado querellante precisó que ese peritaje dio cuenta de un niño «sufriendo y gritando gráficamente» y que «los tachones y borrones que hacía, más los colores que utilizaba, representaban aquello que no podía o no se animaba a verbalizar».